Después de más de quince años dedicada al estudio y la práctica del yoga, sigo volviendo a la misma raíz: el Hatha Yoga. Lo conocí cuando apenas comenzaba a explorar este camino, y con el tiempo he comprendido que, lejos de ser “solo una forma suave de yoga”, es una ciencia profunda, estructurada y poderosa, capaz de transformar al practicante desde los cimientos.
He tenido la oportunidad de aprender de linajes sólidos como la Bihar School y las enseñanzas de Swami Satyananda Saraswati, así como de sumergirme en prácticas tántricas como Sri Vidya. También me he formado en biomecánica y Anusara Yoga, y viajé durante seis meses por la India para estudiar en diferentes ashrams. Pero el corazón de mi enseñanza sigue siendo el mismo: el Hatha Yoga como camino de integración.
La palabra Hatha proviene del sánscrito: ha (sol) y tha (luna), simbolizando la unión de las polaridades dentro de nosotros —fuerza y suavidad, actividad y descanso, energía y consciencia. Pero también puede interpretarse como “esfuerzo consciente”, una disciplina que requiere presencia y entrega.
Más allá de las posturas, el Hatha Yoga es un sistema completo que incluye:
· Asana: posturas que purifican y fortalecen el cuerpo.
· Pranayama: técnicas de respiración para expandir y refinar la energía vital.
· Mudras y bandhas: gestos sutiles que redirigen la energía.
· Meditación y relajación profunda: para integrar y aquietar.
Es, en esencia, una vía para preparar el cuerpo y la mente para estados más elevados de meditación y autoconocimiento.
Las posturas del Hatha no se hacen para “lograrlas”, sino para habitarlas. A través de la alineación, el aliento y la quietud, aprendemos a escuchar nuestro cuerpo y a vivir en él de forma más consciente. Las articulaciones se abren, los órganos se tonifican y el sistema nervioso se regula.
Desde un enfoque anatómico, también se trabaja con la biomecánica, permitiendo que el cuerpo se mueva de forma sostenible y sana, evitando lesiones y fomentando la longevidad de la práctica.
El Hatha Yoga cultiva la mente testigo. A medida que el cuerpo se asienta en la postura y la respiración se vuelve más lenta y profunda, la mente empieza a aquietarse. Uno empieza a observar sin juicio, sin reacción. Este espacio interior es profundamente terapéutico.
Con el tiempo, llevamos esa presencia a la vida cotidiana: más claridad, más paciencia, más conexión.
3. Energía y espíritu: integración y despertar
Quizás el aspecto más transformador del Hatha Yoga es su capacidad para afinar el sistema energético. Las prácticas actúan sobre los nadis (canales sutiles) y los chakras, permitiendo que la energía fluya de forma más libre y armoniosa.
Este trabajo sutil prepara el terreno para experiencias más elevadas de meditación y percepción espiritual. Es aquí donde el Hatha se vuelve un camino tántrico, no en el sentido popular del término, sino como vía de transformación a través del cuerpo y la energía.
Si estás comenzando en el yoga, el Hatha es una base sólida y segura. No necesitas flexibilidad ni experiencia previa: solo ganas de explorar y una mente abierta.
Y si llevas años practicando, el Hatha sigue ofreciendo profundidad. Siempre hay capas nuevas que desvelar, siempre hay más sutileza, más presencia, más verdad.
En Centro Akhara, en Guadalajara, entendemos el Hatha Yoga como una práctica profunda y transformadora. No es una simple secuencia de posturas: es una experiencia de conexión con el cuerpo, la mente, la respiración y la energía vital.
Nuestros profesores provienen de linajes auténticos y están comprometidos con una enseñanza que honra la tradición y a la vez se adapta a las necesidades actuales de cada practicante.
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